martes, 10 de marzo de 2009

EVOLUCION DEL PENSAMIENTO POLITICO

Democracia, definía el Dr. Raúl Ferrero, es la forma de gobierno que se concentra en la libertad y la justicia. Está orientada al bien común y al respeto de los derechos humanos. Se basa en el predominio de la mayoría y en el derecho de oposición.

En síntesis, quien fuera profesor de este Centro, nos decía lo siguiente: el predominio de la mayoría y el derecho de la oposición, se reflejan sólo en lo que se ha dado en llamar democracia representativa, forma de gobierno en que el pueblo depositario de la soberanía elige a sus mandatarios para que ejerzan el Poder.

La minoría es un problema de legislación electoral, si se acepta su presencia tal como lo demandan las doctrinas democráticas. La cuestión es que se debe conciliar la decisión (mayoría), con la representación (minoría), a fin que se pueda gobernar. La misión de la minoría es supervisar; la de la mayoría, gobernar. En consecuencia, minoría puede ser un tercio, un cuarto, un quinto de representantes y, a veces, mediante la cifra repartidora, se introduce no una sino varias "minorías" lo que, a nuestro juicio, entorpece el desenvolvimiento de las instituciones políticas.

Su destino, agrega el maestro, en la síntesis que interpretamos, es asegurar la libertad y la justicia, consagrar la plena vigencia de los derechos humanos y, sobre todo que el poder se oriente hacia el bien común.

John Stracey en "El desafío de la Democracia", estimaba que un país era democrático, cuando en él los ciudadanos adultos procuran gobernarse a sí mismos en vez de dejarse gobernar por una autoridad que escape totalmente a su control (2), entre sus preocupaciones señalaba : que si el pueblo desea ser gobernado en su propio interés, debe hacerlo el mismo, pues nadie lo haría mejor. "...No hay nada que pueda sustituir satisfactoriamente al gobierno propio, cuando el gobierno está en manos de terceros resulta al final un gobierno de beneficios de terceros. Si se encomienda la función de gobierno a un sólo individuo, como es más frecuente, a una sola clase, se termina siempre siendo explotado".

Las libertades que este autor invoca, son clásicas, las de asociación, de palabra, de reunión y la cuarta que denominaba el imperio de la Ley. Esta última, un poco difícil de explicar, le reducía el deseo de todos los hombres de ser regidos por las leyes y no voluntades arbitrarias.

Lenín en "El Estado y la Revolución" caracteriza a la utópica sociedad que quería formar como aquella en donde había "la completa elegibilidad y revocabilidad en cualquier momento de todos los funcionarios, sin excepción" (4). Si comparamos, vemos que la alternabilidad de la democracia representativa es realidad, mientras que la promesa de alternabilidad marxista, no se ha cumplido.

Por el contrario, en los países en donde gobiernan marxistas el político vitalicio es la realidad mientras que la alternabilidad sigue siendo promesa.

Hemos citado este pasaje de Lenín, porque nos preguntamos si el concepto democracia, tal como lo conocemos hoy, ha existido siempre.

Y aquí es bueno hacer un primer deslinde. Hablamos de democracia, porque la evolución de las ideas políticas tienen que encararse alrededor de este término. La política está siempre vinculada al poder, se dice incluso, poder político. Todo análisis de la política debe llevarnos, necesariamente al poder. Y, si rechazamos el poder despótico, debemos admitir que hay un poder democrático. Esa es la razón por la cual nuestro análisis gira alrededor de esta palabra. Y si hemos hecho este primer enfrentamiento con Lenín, es porque los marxistas critican lo que llaman democracia burguesa, por oposición a la que denominan democracia popular.

Debemos señalar que no existe un contrasentido o redundancia en usar ambos términos. Etimológicamente democracia significa demos-pueblo; cratos, poder, poder del pueblo. Decir democracia popular no es decir poder del pueblo popular; se quiere graficar la idea de un gobierno ejercido por la clase explotada, el pueblo, pero por el pueblo sólo comprenden el proletariado y al campesinado, y llaman a nuestra democracia burguesa, (también la califican de formal, literal), porque consideran que es un sistema que naciendo con la revolución francesa, descansa en la clase media (burgo viene de ciudad), y sólo la sirve. Hay aquí cuando menos, dos planteamientos encontrados.

Y vemos que la alternabilidad propuesta por la democracia se cumple, mientras que el buen propósito marxista ha trocado la alternabilidad por la perpetuación política en el poder.

Podríamos decir que la evolución de la sociedad humana se ha dado entre despotismos y poderes compartidos, entre concentración del poder y el poder ejercido democráticamente. Si las naciones han sido gobernadas transitoriamente por tiranías, ello no invalida la esencia de la democracia, así como un eclipse no destruye la presencia de los astros.

Igualmente, como veremos más adelante, en medio de ambas doctrinas ha surgido el cristianismo para decir lo que se entiende por democracia, en un esfuerzo por hacernos comprender que su reino puede edificarse en este mundo.

Antes de la Revolución Francesa hay un despotismo, absolutismo lo han llamado, encarnado por los reyes, quienes presumen que su poder viene de Dios. La voluntad de los monarcas es ley suprema. Nadie osa contrariarlos, hasta que Voltaire, Rousseau, Montesquieu, llamados los enciclopedistas, van a cuestionar la teoría de los reyes, forjada por Bodin, desplegando el centro del poder hacia el pueblo como única fuente de la soberanía. Este es el fin de los gobiernos hereditarios, vitalicios, sin controles. Es el comienzo de los gobiernos fundados en la voluntad de poder y sujetados a la normatividad de la ley. La doctrina democrática es muy simple: el poder emana del pueblo, el pueblo elige a sus gobernantes, los gobernantes se deben al pueblo; la libertad es el centro de toda la decisión política y la justicia es la meta de todo esfuerzo del poder. Ello lleva a elaborar toda una arquitectura administrativa que va desde la separación de funciones, hasta la fijación de plazos para cambios de los gobernantes, como garantía de la libertad y la igualdad. El liberalismo va a oponer al feudalismo, el concepto de igualdad por contraposición a las estructuras estamentarias; la individualidad frente al sometimiento colectivo; el derecho de todos los hombres como reivindicación al derecho de un solo hombre.

El liberalismo distingue entre sociedad y estado; entre el hombre, como individuo y la sociedad. Priman los derechos naturales que son inherentes al hombre y anterior al Estado. El derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad son propios de la naturaleza humana, y toda la arquitectura legal sólo puede edificarse alrededor de estos cimientos. De allí, reiteramos, se diseña la política de la representación porque el pueblo es el depositario de la soberanía; se esboza la teoría de la "separación de poderes" como garantía de esa libertad, para que el poder no se concentre en pocas manos, con el consecuente peligro de la dictadura; y se enmarca un Estado dentro de las normas - Estado de Derecho -, para que la arbitrariedad no sea la medida de todas las cosas.

Comparado con el feudalismo, el liberalismo es un avance indiscutible. Pero se agota ante las exigencias contemporáneas, los hombres tienen ansias de justicia, urgencia de dignificación. Sobre el individuo prima el interés social. Ante la infinidad de problemas, el Estado no puede ser espectador. La indiferencia estatal no puede institucionalizarse. De aquí deriva otra concepción; el Estado social de Derecho, enfatizando que tiene prioridad en lo social sin sacrificar el individuo.

El marxismo, convertido en una religión, surgió para oponerse al liberalismo. El materialismo dialéctico explica los procesos naturales a través del método de los contrarios: tesis o afirmación, le sigue su antitésis o negación, cuya solución momentánea es la síntesis, la que vuelve otra vez a ser tésis de una escala superior. Se denomina materialismo, porque se funda en la materia, a la que considera anterior a la conciencia. El materialismo histórico, basándose en las mismas leyes, se esfuerza en explicar la evolución social: del feudalismo surge el liberalismo, de éste el socialismo, cuya negación lleva al comunismo. Habría, eso sí, que preguntarse : ¿Sí el comunismo se convierte en tesis cuál es su contrario, antitésis?.

La realidad económica, formada por las relaciones que surgen de la propiedad de los medios de producción, determina una estructura concreta, la que a su vez da origen a una superestructura formada por leyes, el arte, la religión, etc. Toda estructura social tiene un equivalente de superestructura. He aquí un fatalismo que rechazamos: la realidad determina el espíritu; la estructura origina una superestructura. Si fuera totalmente cierto, ¿Cuáles son las posibilidades de liberarse de un medio opresor?.

A la burguesía como clase social, dueña de los medios de producción, dueña del aparato político, se le va a oponer el proletariado, como clase antagónica, hasta arrebatarle el poder y fundar una dictadura que servirá de medio para la construcción del socialismo y pasar de este estado a otra etapa, que es la sociedad sin clases que llama comunismo y en la que se extinguirá el Estado.

No se puede negar la importancia del marxismo. Frente al liberalismo que partía del supuesto del hombre libre, nos llamó la atención hacia la dominación del hombre y postuló su liberación, por lo menos en teoría.

Pero el marxismo no ha creado instituciones políticas propias ni ha cumplido con abolir el Estado, ni lo ha debilitado como preconizaba Lenin; por el contrario, el Estado se ha fortalecido en dimensiones fantasmales.

No se han atendido las necesidades básicas del hombre, el pueblo no elige a sus representantes; hay perpetuación en el poder. Los postulados teóricos no han alcanzado concreción real.

Hay, pues, en ambos sistemas, el liberal como el marxista, graves fallas, pero mientras por la vía de la libertad es posible concretar alguna forma de socialismo, por el camino del socialismo marxista no se alcanza la libertad, como lo prueban los diversos Estados regidos bajo este signo.

Como una solución del choque de los extremos, surgiría el fascismo, aunque tarde se comprobaría que era otra forma abominable de dictadura. Si el marxismo adecuaba el diseño político a la infraestructura económica, el fascismo consideraba al Estado como el supervisor del sistema económico; si el marxismo hizo de la lucha de clases, irreconciliable motor de la historia, el fascismo se esforzó en soldar o conciliar las diferencias de clases; y, si el liberalismo exaltó la libertad individual, el fascismo lo hizo sinónimo de egoísmo, en lugar de la soberanía popular proclamó la autoridad y en sustitución de la igualdad propuso la jerarquía.

El fascismo fue un intento de conciliar ambos sistemas. No extraña por eso la denominación del nacional socialismo que acuñara Hitler. Ni que Mussolini arguyera que había bebido el socialismo desde los senos maternos. El falanguismo español y el cooperativismo portugués reivindicaban idéntica posición. Por descontado que hubo diferencias. El Nazismo se centró en el endiosamiento de la raza aria, más el estilo de gobierno fue el mismo y todos enfrentaban los males del capitalismo y el peligro comunista. Podría agregarse que el Nazismo hizo del Estado un servidor de la Nación, mientras que el facismo pensaba que el Estado es el creador de la Nación. Podría complementarse esta disertación diciendo que el Nazismo basó su fuerza política en los terratenientes mientras que el facismo lo hizo en la burguesía; en tanto que el nazismo no trató de corporatizar el Estado, lo que sí hizo el facismo, la verdad es que ambos tuvieron como común denominador la violencia, la opresión, la intolerancia. Y acabaron siendo desplazados como sistemas políticos, por la más grande conflagración que haya atormentado a la humanidad, la segunda guerra mundial.

Frente a esas concepciones surgió el social-cristianismo. Creemos que en el futuro cercano, la lucha se dará entre el social-cristianismo y el marxismo, por la natural extinción del liberalismo. No se trata de una tercera posición. El social cristianismo, contenido en las encíclicas (5) toma del liberalismo su profundo sentido de la libertad humana y los derechos que son esenciales al hombre.

Rechaza el egoísmo individualista, en cuanto trata de prevalecer sobre los intereses generales. Pero admite, como el marxismo, que si bien el hombre nace libre, hay un orden que le impide desarrollar su personalidad, por lo que trata de liberarlo; admite las profundas desigualdades económicas y sociales y postula un replanteamiento de la sociedad para hacerla girar alrededor del bien común.

No cree, a diferencia del marxismo, que el hombre sea un producto de la materia, sin posibilidad de salvación, ni que deba sacrificar su libertad presente por su utopía venidera.

De allí que la doctrina social de la iglesia preconice una igualdad y un rol más activo por parte del Estado y un régimen que, menoscabo de la libertad, pueda afirmar la libertad total.

La dignidad del hombre no debe ser atacada. Si admitimos que el marxismo alerta a los cristianos, no queremos decir que una alianza entre ellos sea inevitable.

Esta pugna que vemos rondando los umbrales, no se dará en el nivel de la satisfacción de las necesidades, sino en el del respeto a la libertad, de la dignidad, en la trascendencia del hombre; será la batalla por la primicia del espíritu en esfuerzo por edificar en la tierra el mundo que Dios quiso a su semejanza.


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CI T A S


1. Ferrero, Raúl "Teoría del Estado" Studiun Liner Pag. 105.

2. Strachey John "El desafío de las Democracías" Ediciones Mar y Mar Ed. aird. 1964 pág. 08.

3. Strachev, John Ob. Cit. Págs 11-12.

4. Lenin "El Estado y la Revolución "Editorial Progreso Mosein 1966 Pág. 41.

5. Encíclicas "La Prensa México 1962.

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