miércoles, 18 de marzo de 2009

CIENCIA POLÍTICA

LA CIENCIA POLÍTICA


Es la ciencia del poder. Es una ciencia crítica que ha venido a destruir la ingenuidad del derecho constitucional, que encubría en parte los hechos al atribuir a las formas una realidad separada de la vida que las inspira. Equivale a la sociología política, o sea que es una ciencia pragmática y realista, empírica. Sus especialistas se denominan politólogos y en los países anglosajones «científicos políticos». La nueva disciplina se ha desprendido de la Sociología, con dimensión propia, a partir de la Segunda Guerra Mundial. Analiza la naturaleza y el ejercicio de la autoridad. Es objeto de su estudio la relación mando-obediencia dentro de la sociedad. Hace luz sobre el gobierno como hecho y sobre el origen y la formación de las decisiones políticas. Este estudio del proceso decisional (decision-making processus) permite particu-larizar lo político dentro del marco de lo social. Se trata de un conocimiento preferentemente sociológico, dado que el poder reprime pero a la vez absorbe la influencia innovadora de los gobernados.


La descripción e interpretación del fenómeno político, es decir de la movilidad del poder, o sea de los hechos políticos, es decir de la vida política, constituye el área propia de la ciencia política. Pero con frecuencia, sobre todo cuando la tratan autores franceses, la ciencia política ensancha su ámbito y pretende constituirse en ciencia global del Estado. En su acepción estricta, la ciencia política es el conocimiento de la vida política, del comportamiento humano en relación con el poder, la dominación y la toma de decisiones. En una acepción amplia o globalizadora, atañe al Estado: ideas, instituciones y vida. Hasta hoy no existe unanimidad respecto a establecer si el estudio de las realidades y de las abstracciones que conforman el Estado constituye una sola ciencia o varias, o sea si cabe emplear la expresión ciencias políticas o solamente la de ciencia política.

Es pertinente recordar que los especialistas, reunidos por la UNESCO en 1948, se inclinaron por la denominación en singular, o sea ciencia política, fundándose en que a la unidad de objeto debe corresponder la unidad de ciencia. de la ciencia. A pesar de que dicho consenso ha sido corroborado en importantes certámenes internacionales, lo real es que el comportamiento político no puede ser analizado sino por una gran variedad de disciplinas, por ser un comportamiento humano de complejidad extensa. De entre esa variedad de disciplinas tres son las que comprenden la mayor parte de los conocimientos relativos al Estado: Teoría del Estado, Derecho Constitucional y Ciencia Política. Hemos considerado útil demarcar estas tres disciplinas con la mayor claridad e inclusive con reiteración.

Distinguiendo entre teoría del Estado y ciencia política, repetiremos que esta última es la ciencia del poder; de los hechos y no de los principios. La teoría del Estado se propone desentrañar la esencia del Estado, o sea lo que éste tiene de permanente, aquello que le confiere identidad. Pero, dado que existe una conexión indisoluble entre lo teórico y lo práctico, la actitud teórica no alcanza a desprenderse de los factores reales para cobrar una autonomía radical. Por eso, en todo estudio doctrinario sobre el Estado advertimos la presencia, o cuando menos la referencia ilustrativa, de hechos reales, con valoración política. De este modo, la ciencia política, que es de naturaleza sociológica, se entrelaza con la teoría del Estado, que es filosofía, y con el derecho constitucional, que es jurídico-positivo, para darnos una valiosa explicación de la dinámica del Estado, o sea de los grupos que lo dominan. La evaluación hecha por la ciencia política es útil particularmente a los países en desarrollo para la adopción de una política de mejoramiento social y de reforma o sustitución de estructuras.

El estudio del derecho constitucional, que debería circunscribirse a los textos legales supremos, se extiende hoy al análisis de las instituciones políticas, tal y como funcionan en la realidad. Casi siempre existe disconformidad entre los textos legales y los hechos. Tal contraposición entre los hechos y el derecho distingue qué parte del derecho tiene aplicación real y qué parte no la tiene. Más aún, hoy reluce que el ordenamiento jurídico se esfuerza por coordinar la realidad con la legislación, adecuando ésta a aquélla. El derecho constitucional, para analizar instituciones que la constitución ignora, tales como los partidos políticos, la prensa, los grupos de presión, la manipulación de la opinión pública, recurre a la ciencia política, desprendida de la sociología.

Efectúase así un valioso proceso de abstracción. Dicho proceso, partiendo del estudio de los hechos políticos (ciencia político), conduce al estudio de la organización formal del Estado (derecho constitucional), y por último, se eleva a lo especulativo racional (teoría del Estado). El eslabonamiento de las tres disciplinas es constante y resulta imposible demarcarlas con nitidez excluyente. Pero, en sus líneas fundamentales, cada una tiene su ámbito propio y constituye una etapa de la operación gnoseológica que permite penetrar en la naturaleza del ente estatal.

La técnica de la ciencia política tiene mucho de sociología y aún de micro-sociología, como cuando estudia la formación de líderes o el discurrir de las opiniones en grupos de magnitud menor que la sociedad nacional o regional. Pero guarda gran conexión con el derecho, como que muchos de los investigadores llamados científicos políticos (political scientist) han ejercido primero como constitucionalistas y recaen en lo jurídico, no obstante el móvil de su disciplina. Su pragmatismo no les impide elevarse a abstracciones, a conceptos generales que están más allá de los datos materialmente identificables. Al aprehender el fenómeno político que está inextricablemente unido al conjunto de fenómenos sociales, realizan un proceso de abstracción para expresar la unidad de la esencia. Como dice Burdeau, sin tal abstracción la ciencia política resulta encadenada a la política menuda; se hace de ella una simple recopilación de recetas para cada contingencia. El científico político realiza investigación valiosa, pero se halla lejos de la objetividad que proclama. Al fin y al cabo, está implicado en la «la aventura humana que analiza», aunque no se crea comprometido; tanto más en los casos en que se sabe comprometido y considera que tiene por ello un mayor título moral.

POLÍTICA Y CIENCIA POLÍTICA

También debe distinguirse entre política, que es acción práctica, disputa del poder, y la ciencia política, que es conocimiento reflexivo del objeto de la política. Ni la teoría del Estado ni el derecho constitucional pueden hacer abstracción del acontecer real, de esa «vida estructurada en que consiste el Estado» como anotó Hermann Séller. Por eso, el ser y el deber ser no pueden ser totalmente emancipados; cuando se pretende hacerlo, nos encontramos con que todo lo estatal se ha volatilizado y flotamos en la vaguedad.

Es tan grande la importancia alcanzada por la ciencia política que Georges Burdeau, eminente profesor de la materia, pretende que el derecho constitucional sea segregado de las disciplinas propiamente jurídicas y pase a ser considerado como complemento de la ciencia política, en el área de las ciencias sociales. En verdad, la politología refleja una nueva actitud mental, pues aborda los temas con realismo penetrante. Mediante el análisis de lo fáctico esclarece lo doctrinario e incita a remodelar las estructuras tradicionales. El estructuralismo, corriente filosófica que es ante todo un método, comienza a ser aplicado a la ciencia política, con el ánimo de encontrar invariantes en las relaciones de poder. Pero su estudio del comportamiento político es todavía incipiente, por lo que no cabe hablar de constantes.

El surgimiento de la ciencia política se debe principalmente a la corriente marxista, a los estudios realizados en las universidades estadounidenses y a la obra de notables especialistas franceses. El marxismo ha aportado aspectos positivos para la investigación, incitando a la desacralización, a la destrucción de ciertos mitos políticos, al análisis de problemas tales como la dependencia externa, la estratificación social y la selección de los cuadros o dirigente. La ciencia política occidental debe a los Estados Unidos y a Francia una poderosa corriente creativa, perceptible desde fines del siglo pasado. Duverger, Burdeau, Meynaud, Parsons y Easton son los especialistas más notables. Pablo Lucas Verdú y Luis Sánchez Agesta son representativos españoles ilustres. Desde la segunda guerra mundial, la ciencia política se ha configurado como disciplina autónoma, coincidiendo con la protesta del Tercer Mundo, con la crisis del marxismo oficial y con cuestionamiento de los sistemas de democracia formal imperantes en Estados Unidos y en Europa Occidental.

No es demás subrayar que la ciencia política propiamente dicha es sociología. Estudia el comportamiento humano en un área de la actividad social. Se ha enriquecido con observaciones de la sicología social y guarda relación con disciplinas no sociológicas, como son el derecho constitucional y la teoría del Estado, de carácter jurídico y filosófico, respectivamente. El poder se legitima por su institucionalización como Estado, o sea cuando se organiza como autoridad impersonal. A partir de entonces se entiende que ejerce coacción con miras de proteger los derechos de cada cual y a cautelar el cumplimiento de lo deberes.

No basta hoy el análisis de las disciplinas constitucionales o el razonar sobre las teorías políticas que justifican el ejercicio del poder. La investigación sociológica ha penetrado todas las disciplinas atañederas al Estado y trata de elucidar la conducta política. Por ello, como quieren Duverger, Gatlin y Bentley, las expresiones sociología política y ciencia política son equivalentes. Explicarse la política sobre bases científicas, es decir descubriendo las leyes del comportamiento político, es la aspiración de la ciencia política. Desde luego, sin incurrir en la exageración de formular leyes de rigor matemático o con la precisión de un recetario, puesto que la observación de la conducta humana sólo permite esbozar leyes tendenciales.

El trasfondo económico y social, antes ignorado por los expositores políticos, aflora modernamente con interés avasallador. Se analiza el papel que cumplen los sindicatos,la Fuerza Armada, los medios de comunicación o información (prensa, radio, televisión), la Iglesia, los grupos de presión, los electores, la opinión publica. Toda la política ha entrado en crisis y sus fundamentos doctrinarios son revisados hasta llegara posiciones anárquicas. En algunos países la opinión se divide por mitades, determinado gobiernos precarios, o de indefinición obligada. Por doquiera se indaga e impugna respecto de la alineación, del burocratismo, de la tecnocracia privilegiada, de los mecanismos de poder, de la dominación y del «poder popular». La redistribución de la renta nacional entre los diversos sectores, la conducción de masas, la fabricación de mitos, la estrategia revolucionaria, la prioridad de acumulación de capital nacional, las aspiraciones a una justicia social real, las superestructuras y la correlación entre el poder y el status de diversos grupos, todo ello ha determinado una movilización del interés intelectual, dirigida a desmontar la teorización abstracta. Claro está que tal inflación sociológica, acompañada casi siempre del uso de un lenguaje esotérico, ocasiona distorsiones de la realidad y de las ideologías, pero el cúmulo de observaciones y planteamientos inquietantes resulta sumamente útil para hallar la verdad.